Autora: Charlotte Roche
Traductor: Richard Gross
Editorial: Anagrama
Páginas: 208
Valor: 16 euros
Reseña
Helen, una joven de 18 años, es internada en un hospital tras realizarse una fisura anal con un autodepilado extremo de sus partes íntimas. Después de la operación, esta joven autodidacta intentará por todos los (a ratos, sangrientos) medios unir a sus padres divorciados. Por el camino nos enteraremos de sus obsesiones y aficiones: desde comer fluidos y costras propias y ajenas hasta su arte fabricando tampones con papel de water.
Crítica
A tod@s los que gustáis de adentraros en terrenos prohibidos, no dejéis de leer “Zonas húmedas”, de Charlotte Roche.
Este título, una clara referencia a los genitales femeninos, fue, de acuerdo con la Biblia Amazon, el libro más vendido en el mundo en marzo de 2008, una hazaña nada desdeñable tratándose de un libro escrito originalmente en alemán (la autora es bilingüe: nacida en Reino Unido, pero residente en Alemania desde los 8 añitos). Y vosotr@s, querid@s amantes de la perversión, os preguntaréis: ¿qué ofrece “Zonas húmedas” que no posea otra novela erótico-festiva cualesquiera para tener tanto éxito? Pues para empezar, su absoluta originalidad. Al leerla, a un@ no le queda claro si ha leído una novela pornográfica, de humor, sucia, un chiste de 200 páginas o un doloroso, sentido y, quizás, autobiográfico, retrato de una familia disfuncional. Todo un cóctel, servido con sombrillita incluida.
La (genial) protagonista, Helen, espléndido ejemplo de anti-heroína de la era postmoderna, está morbosamente obsesionada con su cuerpo, especialmente con su activo chochito, lo que le lleva a la autora a realizar la descripción más exhaustiva de una vagina que esta señorita embutida en una malla rojo pasión –mientras espero a Jason, mi entrenador personal–, ha tenido oportunidad de paladear… si se me permite paladear. La trama gira en torno a su estancia en un hospital, donde la operan para extirparle una hemorroide (creedme todo lo que os cuento). Tod@s los que alguna vez hemos tenido que permanecer en un hospital durante días sabemos de las largas horas muertas y la consiguiente necesidad desesperada de algún tipo de entretenimiento. Helen, en su caso, dedica estas horas a hacer un repaso de su vida: sus padres, separados; su hermano Toni –sorprendente revelación al final de la novela…–; sus amantes, sus aventuras sexuales; su obsesión por los genitales femeninos, que la lleva a frecuentar prostíbulos… Este personaje tan original tiene además una postura muy distinta a la norma social en estos tiempos de imagen aséptica: es, como diría cualquiera de nuestras abuelas si la llegara a conocer, una cerda. Sus puntillosas descripciones de todas y cada una de las secreciones de su cuerpo pueden resultar tan hipnóticas como faltas de gusto por parte de su irreverente protagonista, ajena a la moral imperante en cuanto a higiene personal. Es aquí donde su lectura se transforma en un reto: lo que en nuestra vida diaria nos parecería una porquería, su autora lo convierte en una narración amena, graciosa, e incluso deslumbrante.
Hay también una simpática historia de amor con su enfermero, Robin, sin duda lo más flojo, lo más "light", de la novela para esta que os escribe. Pero no dejéis de leerla, amig@s mí@s. Su lectura es un soplo de aire fresco en esta época literaria tan poco proclive a la originalidad. Ardo en deseos de leer la próxima novela de la Roche. ¿Cuál será su siguiente paso?
Os dejo. Jason ha llegado ansioso por comenzar, y yo estoy lista para ejercitar todos y cada uno de mis músculos con él, o sobre él.
Un besito de despedida antes de empezar a sudar, ¡y cómo!
P.D No recomiendo leer esta novela con el estómago lleno.
Madeline Astor
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